L. Pérez/Pontevedra
Hoy he publicado en mi muro de facebook el dolor que me provoca que en el mundo haya más de 40 millones de refugiados, hombres y mujeres que tuvieron que huir de sus países por las guerras (¿qué es un conflicto armado sino una guerra?) o por la violación de sus derechos. Hoy facebook se me queda corto. Acostumbramos a hablar de grupos de personas como si no tuviesen alma; decimos “millones de muertos”, “millones de refugiados”, “miles y miles de parados” o “cientos de damnificados”. Tal vez ni siquiera podemos imaginarnos la tragedia de un refugiado, pero debemos tratar de pensarnos desde fuera, vernos caminando por una pista de tierra con la nada por delante y con nuestra vida detrás, obligados a partir de cero por intereses ajenos difíciles de comprender.
Según los cómputos de la Agencia de la ONU para el Socorro a los Refugiados Palestinos en Oriente Medio (UNRWA), los palestinos son una tercera parte del total de la población mundial que se ve forzada a buscar cobijo lejos de su casa. En los territorios ocupados, Líbano, Siria y Jordania, la cifra es de 4,8 millones, es decir, más del 43 por ciento del total de palestinos que vive en todo el mundo. ¿Cuántas almas son? Pues más o menos el número de parados que hay en nuestro país. De unos hablamos constantemente: son y deben ser nuestra preocupación; de los otros nos acordamos muy de vez en cuando, tal vez en días como hoy, coincidiendo con el Día Mundial del Refugiado.
Ashraf Khader, delante del Muro de la Vergüenza, en Ramallah. Foto: Pelu Vidal |
Sus allegados viven en Jordania y en Egipto. Sólo Ashraf y su padre tuvieron la oportunidad de regresar a los Territorios Palestinos. Decidió volver, pero lo hizo en soledad. Su padre prefirió no regresar y continúa en el exilio porque, alto y claro, eso es el exilio. Los parientes de Ashraf no viven en campos de refugiados, tienen vivienda propia en Jordania y Egipto, pero… “Para un refugiado, lo más complicado es la situación en la que vive. El segundo problema es que, en el país de destino, no tiene derechos”. Los palestinos que se marchan tienen enormes dificultades para conseguir un trabajo y mantener a sus familias, porque “no son tratados como ciudadanos de esos países”. Creo que Ashraf quiso decir que “no son tratados como ciudadanos”, son una suerte de apátridas.
“La mayoría de los países tratan de convencer a los refugiados de que se comporta así por el propio bien de Palestina. No quieren que se sientan como en casa porque dicen que olvidarán su país, así que no les dan derechos”, nos contó. Ashraf regresó a una patria extraña que no llega a ser patria y participó activamente en la II Intifada o Intifada de Al-Aqsa. Después decidió dejar atrás la violencia y pasó a formar parte de Combatants for Peace, un movimiento pacífico del que forman parte ex soldados israelíes y palestinos que lucharon en la II Intifada. Fue una decisión importante, tan potente que cambió su vida. Pero, ¿cómo explicarla a su familia, que se vio obligada a marcharse de los Territorios Palestinos por el desacuerdo entre árabes e israelíes? ¿Cómo decirles que trabaja con hebreos? Por su respuesta sabemos que no llegaron a entenderla: “Si viniesen aquí creerían en lo que hago. Pero no pueden volver”.
En Egipto, Jordania, Siria, en los territorios ocupados… En todo el mundo hay familias como la de Ashraf. Son más que números. Por más que nos lo cuenten, no podemos ni imaginarnos su dolor. Pero sí es nuestra obligación tratar de pensarnos desde fuera, vernos caminando por una pista de tierra con la nada por delante y con toda nuestra vida detrás.