Presentación

Las otras voces de Israel y Palestina Este blog nace de un proyecto entre y -dentro de Las otras voces de Israel y Palestina - con el fin de visibilizar el trabajo de organizaciones israelíes y palestinas para rematar el conflicto y conseguir igualdad de derechos. Explicar sólo estas iniciativas dejaría a alguien ajeno a la situación de Gaza y Cisjordania sin comprender el escenario. Por ello, esta bitácora incluye también historias personales de ambos lados con el fin de que el conocimiento entre todos mantenga fuerte el diálogo.

sábado, 23 de octubre de 2010

Jeff Halper: "La idea es arrasar con la historia y la cultura palestinas"


Jeff Halper enseña un mapa de Israel y Palestina.
Foto: Pelu Vidal
L. Pérez/ Jerusalén
Cada palabra que pronuncia es un dardo contra su país. Antropólogo israelí, Jeff Halper persiste en su lucha pacífica contra la ocupación del territorio palestino. Agareso contacta con él a través de Asamblea de Cooperación por la Paz. Postulado al Premio Nobel de la Paz en 2006, coordina el Israeli Committe Against House Demolitions (ICAHD), el comité israelí contra la demolición de casas palestinas sobre las que pesa una orden de derribo. En este post publicamos un extracto de la entrevista, realizada en la ciudad de Jerusalén.

¿Por qué eligió la demolición de casas entre todos los frentes del conflicto árabe-israelí?
­Desde el año 1967, desde que empezó la ocupación, se han derribado unas 24.000 casas de palestinos, y no por motivos de seguridad. Israel habla de autodefensa, combate al terrorismo, seguridad… No es cierto. Israel quiere detener las construcciones desde 1967 y poner muy difíciles las cosas a los palestinos para que se marchen. Es una continuación de la política que empezó en 1948 para echarles, no dándoles licencias de construcción. Es difícil tener una casa, y si construyes sin licencia ellos la derriban. 
Actúan en todo el territorio...
Sí. En Gaza fueron demolidas 8.000 casas de palestinos sin razón. Sí juntas todas estas cosas… Y es importante entender que las demoliciones no sólo se ejecutan en territorios ocupados, también en Israel. En 2009, el Ministerio de Interior israelí tiró tres veces más casas de palestinos dentro de Israel que en años anteriores. La idea es que se vayan o confinarlos en islas, en un 7 u 8 por ciento del país. La idea es arrasar con la historia y la cultura palestinas.


Una vista del muro construido por Israel.
Foto: Pelu Vidal

¿Cuál ha sido el momento más intenso en cuanto a demoliciones?
La cuestión es que no se puede hablar de un mal momento. Israel intenta actuar poco a poco durante todo el tiempo. No hace nada a lo grande. Realmente empezó en 1948, no en 1967. Tiran tres casas aquí, tres casas allí. La próxima semana, otras dos. Pero todo de manera muy silenciosa, creando un Apartheid y sin que trascienda. Se han oído cosas horribles en momentos puntuales. Si hablo con los periodistas me preguntan: “¿Cuál es la noticia?” Han tirado 24.000 casas. La primera, la segunda y la tercera son noticia, pero llegados a las 24.000 no hay noticia. La gente se olvida.
¿Es optimista?
Sí, lo soy. Israel parece fuerte, la ocupación también. Si miras alrededor no sabes ni cuándo ni cómo parará. Pero al mismo tiempo es un conflicto global, así que la comunidad internacional no puede permitir que continúe. Esto está creando muchos problemas… Sarcozy lo ha entendido y habla de una Unión para el Mediterráneo. No me gusta la razón, pero él lo ha entendido.

El enfrentamiento en la calle

L. Pérez-Nabi Saleh 

Los cánticos de los niños que encabezan la manifestación no se prolongan durante demasiado tiempo. Sólo han caminado unos metros, apenas han comenzado a descender de la colina con sus lemas y banderas cuando los gritos inundan el ambiente. Los soldados israelíes han lanzado la primera advertencia: un pequeño aviso, sólo unas cuantas bombas de gas lacrimógeno.

Los jeeps no pueden pasar por ese lado de la colina y los soldados, por el momento, esperan tranquilos. Conceden unos minutos a los palestinos. La carretera conduce al centro de una villa acostumbrada a vivir cada semana la misma disputa. No parece que sus habitantes estén dispuestos a abandonarla. Mientras desaparecen momentáneamente para resguardarse, cantan "one, two, three, four, ocupation no more".

La mayoría no oculta su rostro. Algunos utilizan palestinas y camisetas para protegerse del gas. Corren constantemente durante cada una de las embestidas del ejército israelí, pero saben que no están a salvo en ningún sitio. Los soldados han empezado a subir a la colina y campan a sus anchas. Las ambulancias de la Media Luna Roja Palestina llegan a Nabi Saleh para trasladar a algunas personas heridas.


Mujeres palestinas cantan ante soldados israelíes, que bloquean la entrada a una casa.
Foto: Pelu Vidal


El tira y afloja dura horas. Los ancianos se retiran a descansar, acostumbrados quizás a unas escenas que se repiten cada viernes. El día festivo de Palestina no es ninguna fiesta en un pueblo con las calles plagadas de casquillos de las bombas de gas y de algún que otro casquillo de bala.

Hacia el final del enfrentamiento, algunos jóvenes ascienden a uno de los puntos más altos de la colina, ocultan todo cuanto pueden sus rostros y recogen piedras. Los palestinos discuten: los adultos no quieren saber nada de esas piedras, entienden que no son buenas consejeras. Pocas llegan a volar. Pocas o ninguna. Conforme llega la tarde quedan abandonadas sobre un muro, en una imagen perfecta para una fotografía.

Gas tóxico israelí en las venas de las casas

Mar Mato/Nabi Saleh

Cuando se escucha el sonido de las bombas de gas, sólo queda una alternativa, correr. La dirección, la contraria al ruído. El problema llega cuando el sonido procede de diferentes lugares. ¿Hacia dónde ir? Es, entonces, cuando una puerta abierta se convierte en el mejor regalo para la vida.

Casa en Nabi Saleh con destrozos en las ventanas a causa de los proyectiles de militares israelíes. Cada viernes, con motivo de la manifestación de la población palestina local reclamando sus derechos, los soldados lanzan bombas de gas e incluso pelotas de goma contra las viviendas. Foto: Pelu Vidal

La gente huye hacia sus casas en pleno ataque del Ejército israelí como respuesta a una manifestación pacífica de niños. Quienes no la tienen en Nabi Saleh (reporteros, activistas extranjeros e israelíes), entran en la primera que ven. Algunos, no las llegan a ver o las vislumbran debido al gas israelí. El escozor en la cara, sobre todo en los ojos, la tos y gruesas lágrimas son sus efectos iniciales.

Una vez dentro del edificio, los palestinos no dudan en dejar entrar a extraños hasta su cocina o su dormitorio. Allí, la gente se siente a salvo. Esto último es una mentira que irá desmoronándose conforme pasen las horas. En el pasillo de la casa de Manall Tamimi, reparten trozos de cebollas. "Esta es nuestra mejor arma contra el gas", explica con una sonrisa para después pasarse el bulbo blanco por los labios. De inmediato, corre hacia un fotógrafo que se encuentra en su baño. "No, no te eches agua; te quemará la piel", aconseja. Al chico, ya le ha comenzado a arder la cara.

Un niño palestino sigue el movimiento de los soldados israelíes un viernes en Nabi Saleh a través de la ventana de su casa mientras su abuelo se abstrae del presente derrotado. Foto: Pelu Vidal

"No somos violentos, no somos terroristas", pronuncia Tamimi en la entrada de la cocina de madera con repisa de piedra, muy similar a la de cualquier hogar español. En el dormitorio de al lado, un niño ve el barrio desierto a través de la ventana mientras su abuelo descansa en la cama queriéndose despegar del presente. Fuera de la casa, el gas continúa expandiéndose mientras dentro aún hay gente tosiendo y con ojos irritados.

Parece que llega la calma. Hay un soldado israelí fuera. "Ahora es más seguro, señala Tamimi, porque al estar él por aquí no nos van a ehar más gas. La gente comienza a salir fuera de esa vivienda y de otras. La tranquilidad dura unos minutos engañosos hasta que un nuevo sonido seco se esparce y el gas vuelve a aparecer en forma de bombas.

De regreso al edificio, algunas personas optan por quedarse en las escaleras. Un doctorando italiano en Políticas que prefiere no decir su nombre da un consejo: "No te pongas nunca delante de una ventana, puede llegar un proyectil a través de ella y darte en la cabeza". Frente a la casa, como a 150 metros, cuatro soldados israelíes han ocupado un edificio vacío y mantienen agarradas sus armas en dirección a las viviendas de enfrente.

El gas, por su parte, ya ha entrado dentro de la vivienda donde se encuentra el doctorando italiano. Sólo se escuchan toses. La gente intenta buscar aire limpio en la parte trasera, en el "jardín", pero en segundos se dan cuenta de que allí también respiran toxicidad. Un niño pequeño prácticamente se desmaya y lo colocan en un colchón en el suelo.

Durante cerca de 30 minutos, no hay oportunidad de salir fuera del edificio por las continuas bombas de gas hasta que retorna la calma. Los habitantes se recuperan y dejan sus casas para proseguir con la manifestación que estaba prevista como cada viernes en Nabi Saleh. Pero antes de llegar a las narices de los jeeps israelíes, estos vuelven a atacar. No queda más remedio que volver a encerrarse en otra casa desconocida. Allí, ofrecen sillas en el mismo cuarto donde una niña pequeña muy blanca y rubia juega. Su padre, un palestino afable y agradable, habla de fútbol con sus inesperados huéspedes a los que ofrece agua sin preguntar, para después proponer que tomen café, té... lo que deseen.

"Semanas atrás, dispararon contra mi casa (...) Esto es una locura", señala el propietario. En el exterior, cada vez se oye más el ruido de las bombas hasta que ya llega un momento en que parece que van a entrar por las ventanas. En ese segundo, todo el mundo corre hacia el pasillo. En el recuerdo, unas palabras de Tamimi dos horas atrás: "Pensábamos que estar en casa era más seguro pero nos equivocábamos".
 
Una joven, intoxicada por el gas, espera la llegada de la ambulancia en el interior de la vivienda. Foto: Pelu Vidal

A unos metros, los hechos lo corroboran. Una ambulancia recoge en su casa a una joven intoxicada por el gas, a la que han puesto una máscara de oxígeno. En otra casa del barrio, varias personas esperan atención médica tras vomitar o quedar medio ciegos por el gas. En una tercera construcción habitada, sus habitantes acaban de perder sus pertenencias. Su interior arde tras la entrada de una bomba de gas. Los inquilinos se echan las manos a la cabeza mientras esperan la llegada de los bomberos.

"Nos atacan, les da igual que haya niños"

Mar Mato- Nabi Saleh
Aún no son las doce del mediodía y varias patrullas israelíes esperan acontecimientos al borde de la carretera de acceso a la pequeña localidad de Nabi Saleh, en Cisjordania, Palestina. Un centenar de metros después, un grupo de niños sueña con bloquear la vía. Es viernes y toca manifestación semanal como en diferentes localidades palestinas dentro del movimiento de resistencia no violenta. Según le han comentado al equipo de Agareso, es una de las protestas más duras de la franja.

Mujeres y niños colocando una barricada para evitar el paso de los militares isreaelíes en el pueblo.
Foto: Pelu Vidal

Durante los últimos diez meses, la población palestina de esta árida localidad situada en una colina con vistas a otras colinas de tierra, se manifiesta cada viernes al remate del rezo en la mezquita para protestar contra los asentamientos judíos en la zona y reivindicar más derechos.

"Empezaron siendo 50 colonos judíos en los años setenta y ahora son unos 3.000; nosotros (los palestinos) rondamos los 500", explica Manall Tamimi, una vecina del pueblo de alegres ojos azules. "Tratan de robarnos la tierra y, por eso, realizamos esta manifestación. Los soldados israelíes han venido al pueblo para aplicar su represión (intentar evitar la protesta). Han herido hasta ahora a un centenar de gente, incluidas mujeres y niños. También han encarcelado a hombres y mujeres", añade. Uno de los casos que resalta, el de un joven de 16 años de edad, encerrado en prisión durante seis meses.

A pesar de las intervenciones del ejército, la comunidad local continúa con su manifestación cada semana. "Proseguimos -justifica- para mostrarle al mundo que esta es nuestra tierra y que tenemos todo el derecho a defenderla. No sólo se trata de tierra, sino de nuestras casas, nuestros hijos. Si no hacemos nada, cada vez nos cogerán más tierra, tendremos menos derechos". Como ejemplo, en su testimonio, explica que una casa palestina no recibe más de seis horas de agua a la semana; el ratio para un judío, se eleva a 24.

Sin embargo, seguir adelante con las protestas tiene un precio cada vez más caro. "Muchos niños han sufrido los efectos de las bombas de gas cuando los militares israelíes las tiran contra las casas. La mayor parte de las veces, les da igual que haya niños o no. Nosotros nos manifestamos de forma pacífica y ellos nos atacan. Por eso, convocamos una protesta para los niños antes de la de los adultos, para que no les disparen. Los pequeños quieren participar, les parece excitante".

Tras acabar estas palabras, una mujer saluda a Tamimi. Sus ojos verdes destacan, también resalta la máscara antigas que lleva colgada al cuello. Niños con la bandera de Fatah y Palestina comienzan frente a la mezquita la protesta. Los adultos continúan conversando y, transcurridos unos minutos, las noticias comienzan a llegar en árabe. Tamimi traduce: "Ya han comenzado a tirar las bombas de gas". Decenas de personas corren por un camino abajo que desemboca en la zona donde se sitúan los jeeps del ejército israelí. Se oyen las voces de los niños coreando "Nuestra unidad es lo mejor para combatirlos. No tenemos miedo. Todo depende de nuestra unidad".



viernes, 22 de octubre de 2010

Reverso: "No estoy viendo lo que estoy viendo"





Dos palestinos observan la caída de bombas de gas lacrimógeno.
Foto: Pelu Vidal
 











L. Pérez- Nabi Saleh

Es uno de los ejércitos más potentes del mundo. Sus armas y jeeps imponen. Están preparados para hacer frente a una manifestación. Nadie sabe cuánto va a durar, pero todos intuyen cómo va a acabar. Lo mejor que puede pasar es que haya pocos arrestados y heridos leves. Al verlo en directo no resulta demasiado difícil imaginar lo peor.

Disparo. Miedo. Gas. Miedo. Carrera. Miedo. La primera bomba lacrimógena causa cierta sorpresa porque llega más rápido de lo habitual. Su eficacia es total. Me llevo las manos a los ojos aunque un rato antes alguien me recomendó que no lo hiciera. Después lloro por el gas. Acto seguido pienso: “No estoy viendo lo que estoy viendo”, y casi me desmorono de la tristeza. “Esto no está pasando. Esto no está pasando mientras la comunidad internacional se pelea por el petróleo”. 

Acumulamos horas y más horas de tensión, con cientos de cartuchos de gas cayendo a nuestro alrededor. Ha sido una experiencia intensa, con las cámaras, los vídeos, las grabadoras y las libretas haciéndonos compañía en cada carrera. Entrando en casas para protegernos, el efecto de los gases es muy duro, mucho más de lo que se pueda imaginar. Saliendo al rato para ser capaces de contarlo. Resguardándonos en el coche. Partimos de Nabi Saleh hacia Ramallah a las tres. Nosotros nos vamos, pero ellos se quedan. El próximo viernes, más. 

Seguramente, el próximo viernes podrán bajar un poco menos porque los soldados israelíes lanzarán antes sus primeros avisos. 

- ¡Qué cabrones!- Dice uno.
- Hacen su trabajo- Dice otro.

Los solados hacen su trabajo. Pero podían lanzar las bombas de gas lejos de los niños.

Primeras universitarias sordas en Palestina

Niños sordos en la guardería de la Media Luna Roja en Ramallah. Foto: Pelu Vidal

Mar M./Ramallah
“El año pasado, por primera vez en Palestina, logramos que dos estudiantes sordas que acudían a nuestros centros especiales lograsen llegar a la universidad. Para ellas, es un gran logro personal, pero también sirven de ejemplo y ánimo al resto de los niños que intentarán ser como ellas”. Suher Albadarneh, directora del Departamento de Desarrollo de Capacidad y Rehabilitación de la Media Luna Roja Palestina, no esconde su orgullo al resaltar este hito.
En la sede central de la Media Luna Roja (Palestinian Red Crescent Society, en su denominación en inglés) en Ramalah, Albaddarneh recuerda cómo ambas chicas pertenen al grupo de miles de niños palestinos sordos que tanto en Gaza como Cisjordania han recibido la atención de esta ONG.

"Aquí vivimos y en España vivimos"

L. Pérez-Ramallah

Samar Darrisa, la farmacéutica del hospital de la Media Luna Roja Palestina, nos explica en esta entrevista que las similitudes entre españoles y palestinos no son tan grandes como podemos imaginar.