Presentación

Las otras voces de Israel y Palestina Este blog nace de un proyecto entre y -dentro de Las otras voces de Israel y Palestina - con el fin de visibilizar el trabajo de organizaciones israelíes y palestinas para rematar el conflicto y conseguir igualdad de derechos. Explicar sólo estas iniciativas dejaría a alguien ajeno a la situación de Gaza y Cisjordania sin comprender el escenario. Por ello, esta bitácora incluye también historias personales de ambos lados con el fin de que el conocimiento entre todos mantenga fuerte el diálogo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Reverso: Los miedos de Israel


Los cuatro integrantes de la expedición de Agareso. De izquierda a derecha: Mar Mato (redactora); Hugo Fernández (operador de cámara); Luisa Pérez (redactora); y Pelu Vidal (fotógrafo).


 L. Pérez

El equipo de Agareso envió a Israel y a los Territorios Palestinos ya está en Galicia. Nuestro regreso no ha sido fácil. Los últimos tres integrantes de la expedición que permanecíamos en terreno partimos del aeropuerto de Ben Gurion (Tel-Aviv) el domingo. Sabíamos que tendríamos que responder a varias preguntas antes de coger el vuelo. Pero no nos imaginamos que la seguridad de Israel tendría tanto interés en revisar nuestro material y en conocer detalles de nuestras vidas que en absoluto le conciernen.

Israel convierte el famoso “¿tiene usted intención de matar al presidente de Estados Unidos?”  en una broma infantil. Nos asusta la frialdad con la que nos tratan . Respondemos a una primera tanda de preguntas. Después nos separan para ver si nuestras versiones sobre el objetivo de nuestro viaje coinciden:

-          ¿En qué ciudad te alojaste?
-          ¿Qué lugares visitaste?
-          ¿Cuál es el fin de vuestro viaje?
-          ¿De qué conoces a tus dos compañeros? ¿Qué relación tienes con ellos?

Ninguna de estas cuestiones nos sorprende. Sí las siguientes:

-          ¿Con quién vives en España?
-          ¿A qué te dedicas?
-          ¿De qué vives?
-          ¿Cuándo fue la última vez que tuviste un trabajo fijo?
-          ¿Llegaste a Israel con las preguntas ya preparadas para las entrevistas?
-          Detállame día por día lo que hiciste. ¿No tienes un calendario de trabajo?
-          ¿Con quién hablaste en Gaza?
-          ¿Puedes enseñarme las notas que tomaste en Gaza?

Tras la tanda de preguntas, nos conducen a una sala en la que prosiguen el interrogatorio. Nos informan de que Hugo Fernández tendrá que facturar su cámara y de que Pelu Vidal y yo tendremos que hacer lo mismo con nuestros ordenadores.

-          Nuestro material es importante.
-          ¿Y?
-          Que nuestro material es importante.

Les da absolutamente igual. Son siete, ni más ni menos, las personas que se están encargando de revisar todo nuestro material. Nunca pensé que se le podrían dar tantas vueltas a una mochila. También nos cachean; no se quedan solo ahí: me obligan a bajarme los pantalones. Rompen mi intimidad sin suficientes razones para hacerlo. Cuando regreso con mis compañeros veo un trasiego constante de integrantes del cuerpo de seguridad israelí. Se desplazan con nuestros odenadores y nos mandan encenderlos: “I want to know it your computer works”. Me hacen encender el skype en un ejercicio de control que me desespera, también para “I want to know it your computer works”.

Empiezan a circular con cajas blancas para que metamos en ellas los portátiles. Separan las baterías de Hugo de la cámara para que pasen por un control especial. Llevamos más de dos horas aquí dentro y empezamos a preocuparnos por el horario de salida de nuestro vuelo. Ni siquiera hemos podido dirigirnos a los mostradores para coger las tarjetas de embarque.

Los efectivos de seguridad israelí acaban con su pantomima. Hugo y Pelu han conseguido sacar de Israel el disco duro que contiene los vídeos y las imágenes. Estamos agotados y enfadados. Un joven nos conduce con rapidez al avión; una empleada de las líneas aéreas nos informa de que llegamos tarde al embarque mientras pesa nuestras maletas y las cajas con nuestros ordenadores.

Varias horas después llegamos a Vigo. A Pelu le faltan su ordenador y su mochila y a Hugo su ordenador.  Su cámara de vídeo está rota. A mí me falta el cargador del portátil, pero pasa un día entero hasta que me doy cuenta.

Israel dice que tiene miedo al terrorismo, pero también tiene miedo de las palabras y de las imágenes. Qué triste.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Baloncesto en el campo de refugiados

El club de baloncesto para gente con discapacidad de Jenin, en un entrenamiento junto
al campo de refugiados de la ciudad. Foto: Pelu Vidal


Texto: Mar Mato

En la ciudad palestina de Jenin, hay un campo de refugiados con 14.000 personas que nació en los años 50. En uno de sus espacios, sobre una cancha de baloncesto, Mohammad Abed -un palestino de 25 años de edad con paraplejia- entrena dos días a la semana con otros jóvenes de la zona. Su meta es crear un equipo fuerte para competir a nivel nacional e internacional.

"Este -explica Hisham Arabkabeya, coordinador de las actividades del club- es un club para personas con discapacidad. Lleva funcionando desde hace dos años de forma irregular pero ahora vamos a organizarlo mejor dando servicios y material a los deportistas con un entrenamiento regular. Queremos que entren en competición".

Para Mohammad Abed, el baloncesto es su deporte favorito aunque en la carrera en silla de ruedas haya ganado diversos trofeos. El entrenador tiene buenas expectativas: "Tiene potencial para ser un jugador destacado en el equipo en el futuro con posibilidad de participar en la liga nacional e internacional".

Ante la pregunta de si Mohammad se siente libre en el baloncesto, él asegura que sí. Tanto él como el resto de sus compañeros parecen felices ante la canasta. Años atrás, el pasado no pintaba tan alegre, con bombas, intrusión de militares en la ciudad. Era la Segunda Intifada. Por culpa de la represión militar a modo de balas y cañonazos, el número de gente con discapacidad se disparó en la ciudad. La mayor parte de los jugadores del club presentan ahora una discapacidad como consecuencia del conflicto. La Media Luna Roja, con el apoyo de ACPP, busca dar atención y servicio a esta población.

Una madre contra los prejuicios de la paraplejia

La madre de Mohammad lo espera a su llegada a casa. Foto: Pelu Vidal

Texto: Mar Mato

Cuando Mohammad nació, su madre, lejos de recibir la simpatía del personal del hospital y de sus vecinos, sintió el dolor de "consejos" que le decían que "lo aislara, que lo dejara sólo en un cuarto". Mohammad había nacido con espina bífida y, por lo tanto, paraplejia.

"Me dijeron -explica la madre del joven- que tenía un problema en la columna, que sería parapléjico. Me quedé sorprendida cuando recibí consejos de la gente diciéndome que lo dejara en una habitación solo, que nadie del pueblo lo viese; pero rechacé todo eso porque hacerles caso tendría efectos psicológicos en él y en mí. Para evitar esto, lo introduje en la sociedad, lo metí en muchas actividades para evitar que fuese estigmatizado, lo llevé todos los días al colegio para que estudiase".

En la actualidad, Mohammad Ra´oof Abed cursa el tercer año de estudios universitarios en Trabajo Social. 


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domingo, 31 de octubre de 2010

Una discapacidad sin límites en Palestina

Texto: Mar Mato

Jenin (Yenín) es una ciudad que destacó años atrás por ser el principal lugar de procedencia de los palestinos que realizaban ataques suicidas con bombas y por ser asediada por las fuerzas militares israelíes en 2002. El joven Mohammad Ra´oof Abed, vive en un pueblo de este distrito, en Cisjordania. Lleva, desde que abrió por primera vez los ojos al mundo, 25 años luchando contra la espina bífida.

Mohammad nació con esta discapacidad pero -a pesar de ella y gracias al empeño de su madre por llevar una vida normalizada- en la actualidad realiza estudios universitarios, juega al baloncesto, es voluntario de la Media Luna Roja, -con la que colabora ACPP- e incluso tiene tiene tiempo para echar partidas a las cartas y fumar con sus amigos en su bar preferido de la aldea.

Mohammad, jugando a las cartas con sus amigos en una animada tarde. 
Foto: Pelu Vidal


Sus principales problemas radican en el desplazamiento por el centro de la ciudad (sin aceras adaptadas para él que lo obligan a desplazarse por el medio de la calle) y el acceso a su dormitorio en la vivienda de sus padres. El cuarto se encuentra en un segundo piso al que accede él mismo sin ayuda. Realizar reformas en la vivienda para adaptarla es imposible para su familia campesina. La Autoridad Nacional Palestina tampoco se hace cargo de la obra.

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sábado, 30 de octubre de 2010

El conflicto en las carreteras

Un grupo de soldados pasea por una playa del Mar Muerto.
Foto: Pelu Vidal
L. Pérez/Ramallah

Llegar a la playa del Mar Muerto desde Jerusalén es relativamente fácil. El regreso es mucho más complicado porque en Israel apenas hay carteles que indiquen cuál es la dirección que debe tomar un viajero para dirigirse a una ciudad de los Territorios Palestinos. El equipo de Agareso ha recorrido cientos de kilómetros a bordo de un coche de alquiler sin sufrir ningún sobresalto hasta el momento.


La matrícula del coche no es blanca­. Aquí hay que optar por un color: una placa amarilla nos permite movernos por Israel y por los Territorios Palestinos. Nuestra capacidad de movimiento se vería muy mermada con una verde, porque únicamente podríamos desplazarnos por las ciudades árabes y su entorno. Tenemos suerte de poder elegir: los palestinos no tienen esa oportunidad. Además, un israelí y un palestino que alquilen el coche en el mismo día y por el mismo periodo de tiempo no pagan lo mismo. Los impuestos son menores para los primeros que para los segundos.

Dos personas cruzan un punto de control para peatones.
Foto: Pelu Vidal
Los obstáculos para desplazarse por carretera son constantes. En ciudades como Jerusalén hay taxistas nos preguntan cuál es nuestro destino antes de que subamos al coche. Algunos rechazan cubrir el servicio; en esta tierra hay mucho miedo, y no es irracional. Por esta razón, dos miembros de este equipo tuvieron que apearse de un taxi antes de llegar a su destino hace unos días. Se vieron obligados a cruzar un checkpoint a pie. Ocurrió en un acceso a Ramallah, a unos cuantos metros del muro construido por Israel sobre el que un artista dibujó los rostros de Yasser Arafat y de Marwan Barghouti.
¿Cómo funcionan los checkpoints? Los que controlan la circulación de vehículos se parecen a los peajes de las autopistas. Cuentan con barreras y con cabinas. El equipo de Agareso no ha tenido que dar explicaciones en ninguno, porque los soldados israelíes, que nunca se separan de sus metralletas, no lo han requerido. Por la noche conviene atravesarlos con las luces de fuera apagadas y con la de dentro encendida para que los militares vean las caras de los viajeros. Si deciden hacer bajar a los ocupantes de dos o tres coches aseguran un colapso monumental. Lo peor, en todo caso, no es el atasco. Lo peor de todo esto es la sinrazón.

viernes, 29 de octubre de 2010

La vida a la sombra de un muro de ocho metros

Claire Anastas entre el muro construido por el Gobierno de Israel y su vivienda.
Foto: Pelu Vidal

Mar Mato/Jerusalem

A las afueras de Belén, en una esquina del muro levantado por el Gobierno israelí a pesar de la oposición y condena de la Organización de las Naciones Unidas, una casa de dos plantas con el número 223 resiste a la soledad y al calvario de una mole de ocho metros que le ha quitado la luz y la vida a sus habitantes.

Es de noche pero la familia de Claire Anastas accede a hablar de su problema. Están cansados de esperar, de que cada vez la situación empeore. Su casa, en la actualidad, ha perdido el jardín de antaño, tres de sus cuatro lados están delimitados por el muro israelí y varias cámaras de los militares israelíes apuntan a su actividad como familia cada día.

“Lo peor es que el muro nos aísla completamente en esta esquina. Hemos perdido a nuestros amigos, vecinos... nuestro trabajo”, lamenta Anastas, una mujer cristiana. Cuando se le pide que rememore los últimos años, la sombra en sus ojos relata que “primero, en el año 2000, los israelíes decidieron incluir esta área en su zona militar y nos bloquearon la calle”, que antes era un hervidero de turistas ya que coincide con la ruta a Tierra Santa. Vivimos en medio de los soldados durante mucho tiempo lo que significó cerrar nuestra vida: los clientes dejaron de venir. Teníamos un servicio de souvenirs y regalos para todas las religiones y para turistas. También teníamos un taller-tienda que perdimos”.

“Después, prosigue, decidieron colocar el muro. Mi marido perdió su trabajo como mecánico aquí. Tampoco permiten que vengan muchos extranjeros para que compren, y los necesitamos para sobrevivir".

Ante este calvario, sin embargo, la familia ha optado por quedarse en el lugar en vez de hacer la maleta. “Me prometí a mí misma y a mis hijos que nos quedaríamos aquí para darnos una última oportunidad con el fin de seguir trabajando. Aún tenemos esperanzas en Dios”, pronuncia desde la fortaleza de su alma, cansada de dar entrevistas a medios de todo el mundo, aparecer en National Geographic sin que haya cambiado su situación.

Su esperanza, ahora, reside en sus nuevos proyectos que se sumarán a su actual tienda y B&B. Su idea es crear una cafetería en los bajos de la casa donde tengan lugar actuaciones singulares dirigidas a peregrinos como, por ejemplo, espectáculo de la tradicional danza dabka. "Pero para llevar a cabo todo esto con la comunidad de trabajadores que nos rodea, necesitamos ayuda financiera o algún tipo de apoyo de asociaciones o entidades". Claire Anastas no tira la toalla.


Claire Anastas muestra el Belén que incluye un muro de quita y pon.
Foto: Pelu Vidal

"Sabían que era ayuda humanitaria; los israelíes lo sabían"

Mohammad Nasser Alaeay ante la ambulancia de la Media Luna que sufrió el ataque.
Foto: Pelu Vidal


L. Pérez/Jenín

Situada en Cisjordania, la ciudad de Jenín es conocida por ser una de las más castigadas en los enfrentamientos entre árabes e israelíes. En su campo de refugiados viven miles de personas y, a veces, los niños escuchan cómo sus padres y abuelos recuerdan historias demasiado tristes. Las cuentas de los levantamientos populares son demasiado caras: la Intifada de Al-Aqsa dejó miles de muertos. Cayeron combatientes de ambos pueblos, pero la herencia global de la lucha armada continúa siendo un lastre para los Territorios Palestinos a día de hoy. 


El equipo que Agareso ha desplazado a Oriente Medio visita Jenín para hacer un reportaje. Se acerca a las instalaciones que la Media Luna Roja dedica en esta ciudad a la coordinación de las emergencias. Antes de llegar a las oficinas, en un pequeño solar, el grupo se encuentra con una furgoneta quemada. Alguien comenta que fue objeto de un ataque en el año 2002.
Mohammad Nasser Alaeay está en la entrada del edificio. Era él quien conducía el vehículo. Parece un milagro que alguien pudiera escapar con vida de ese amasijo de hierros. Lo logró, pero dejó en el camino a cuatro compañeros, entre ellos el médico del equipo, cuya fotografía está colgada en una pared de la oficina de la Media Luna. Una historia tremendamente dolorosa.


Mohammad relata que aquel día negro sus servicios fueron requeridos para trasladarse con el resto del equipo a un campo en el que había personas heridas. La asistencia nunca llegó a su destino. Un tanque se cruzó en el camino de la ambulancia y le lanzó un proyectil. Los soldados pasaron por encima de la legislación internacional: “Sabían que era ayuda humanitaria; los israelíes lo sabían”, manifiesta. Sufrió quemaduras de gravedad en todo el cuerpo y perdió dos dedos de una mano. Y tuvo que ver cómo sus compañeros morían a su lado.