Presentación

Las otras voces de Israel y Palestina Este blog nace de un proyecto entre y -dentro de Las otras voces de Israel y Palestina - con el fin de visibilizar el trabajo de organizaciones israelíes y palestinas para rematar el conflicto y conseguir igualdad de derechos. Explicar sólo estas iniciativas dejaría a alguien ajeno a la situación de Gaza y Cisjordania sin comprender el escenario. Por ello, esta bitácora incluye también historias personales de ambos lados con el fin de que el conocimiento entre todos mantenga fuerte el diálogo.

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miércoles, 7 de septiembre de 2011

"Marchen ahora mismo o a mi llegada no respondo de lo que pueda suceder"

Grupos participantes en el Festiclown Palestina al pie de un check point.
Imagen: Payasos en Rebeldía.

Agareso / Payasos en Rebeldía.-
En la mañana de este martes, dos compañías participantes del Festiclown Palestina, Circ Bover y Irmãos Esferovites se dirigían a actuar al colegio que se encuentra situado en el barrio de Seith Saad. Cuando las compañías y dos miembros de la organización del Festiclown llegaron al puesto de control policial para ingresar en el barrio, el policía responsable del checkpoint les exigió un visado especial para ingresar. Asimesmo llamó al comandante de la policía- entendemos esa llamada por el peligroso motivo de ir armados con narices rojas.
Estos artistas tenían una misión, la de llevar alegría y esperanza a decenas de niños y niñas palestinas que viven en una zona marginal de la periferia de Jerusalén. En concreto estos niños viven rodeados por un alambre de lo desnudé, soldados militar controlando sus hogares y como no un checkpoint policial que les impide moverse libremente en su propio territorio.
Luego de la mencionada llamada el grupo de artistas estuvo esperando, en medio de la nada y con un calor abrasador, alrededor de treinta minutos al comunicado del Comandante. Su declaración fue las siguiente: "marchen ahora mismo o a la mía llegada no respondo del que pueda ocurrir". El ejército de narices rojas recibe la noticia con una inmensa tristeza, desilusión e impotencia. Por eso, deciden porse su vestimenta de payaso y hacerse una foto para denunciar los hechos. Una vez hacen la foto, se retiran tristes y de manera pacífica.
Por la presente denunciamos enérgicamente este hecho injusto y de abuso de poder que viola el derecho de decenas de niños y niñas a la alegría, a la esperanza y a la cultura.
La Policía israelí, una vez más, demostró que forma parte de la ocupación militar y que es tan débil como lo es el Estado el que representa. Como manifestó públicamente, Iván Prado, director del Festiclown "cuando un Estado armado de forma nuclear teme a los payasos es que es un Estado débil".
La organización del Festiclown quiere dejar patente que en ningún momento este tipo de actos van a impedir el desarrollo de nuestra misión, que hasta ahora ya lleva docenas de actos emocionantes, llenos de risas, alegría, lágrimas de emoción, apretujones de manos, abrazos y hasta algún de ellos con una participación extraordinaria (6000 personas en las Galas de Nablus).
Finalmente quiere indicar que este acto de censura policial solo refuerza nuestra voluntad y nuestro sueño de ayudar a construir una Palestina Libre a través del circo y de la risa que son las verdaderas "armas de diversión masiva".

domingo, 28 de noviembre de 2010

Árabes e israelíes que sueñan con la paz (I)

L. Pérez-Pontevedra
Reportaje publicado el domingo, 28 de noviembre, en Diario de Pontevedra
El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU acordó dividir Palestina en dos estados. Equivocada para muchos y adecuada para otros, la decisión provocó un conflicto que demasiado a menudo estalla y salta a las portadas de los periódicos y a los telediarios. Mañana se celebra el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Importantes mandatarios del mundo trabajan en busca de salidas al enfrentamiento; aunque apenas se cuenten sus historias, muchos ciudadanos israelíes y árabes también luchan por la paz.


Hashem Yamani sentado en su sofá, delante de su sexta casa. Las anteriores fueron derruidas por Israel.
Foto: Pelu Vidal

El sofá de Hashem Yamani no está en su casa. Un velo de provisionalidad cubre su actual y sexta vivienda, que sustituyó a la quinta, que había reemplazado a la cuarta, que había hecho lo mismo con la tercera…  Es una de las miles de víctimas de la política de demoliciones que practica el Gobierno de Israel. Sentado en su sofá, al aire libre, encomienda su suerte a un olivo plantado al lado de una piedra en la que alguien talló versos del Corán. Confía poco en el futuro y tiene en la mente bulldozers que destrozan fachadas. Hay muchos casos como el suyo, injusticias por las que mañana, al igual que cada 29 de noviembre, se celebra el Día Internacional de la Solidaridad con el Pueblo Palestino. Pero, ¿quién defiende a Hashem Yamani sobre el terreno?
Somos cuatro los periodistas de Agareso (Asociación Galega de Reporteros Solidarios) que nos movemos por los Territorios Palestinos. En ocasiones, el equipo se divide en parejas. Todo cambia en Nabi Saleh, un pueblo que cada viernes se llena de humo, de coches de bomberos y de ambulancias. Nos vemos obligados a dividirnos, a correr por separado, a escondernos. Hay que escapar de las bombas de gas lacrimógeno que los soldados israelíes emplean para disuadir una manifestación contra una colonia judía. La población protesta contra el muro de la vergüenza y la “asfixia” a la que se ve sometida. El ejército responde con contundencia: toma algunas casas, provoca pequeños incendios en otras, amenaza al fotógrafo de Agareso y consigue que algunos lloremos por los gases lacrimógenos. Acusamos también la tristeza que provoca la incomprensión entre los pueblos. ¿A alguien le importa Nabi Saleh?
Ramallah, Jerusalén, Hebrón, Gaza… Los Territorios Palestinos esperan; en algunos  lugares, el peso del pasado tensa la calma. Sucede en Jenín, símbolo de la Intifada. En una esquina hay una furgoneta quemada. Mohammad Nasser Alaeay la conducía en 2002, cuando fue objeto de un ataque del ejército israelí. En su interior no había armas… Era más que una furgoneta: se trataba de una ambulancia de la Media Luna Roja. El conductor relata lo ocurrido. Al principio de nuestra conversación está ubicado debajo de la fotografía de un hombre de mediana edad. Era el médico que viajaba en la ambulancia, que nunca llegó a su destino porque se cruzó con un tanque. Los militares obviaron la legislación internacional. Dispararon y mataron a cuatro personas: el doctor y otros tres miembros de la Media Luna. En la mano de Mohammad, dos dedos menos; en la piel, quemaduras graves; en la mente, el horror de la Intifada de Al Aqsa vivida en primera persona. “Sabían que era ayuda humanitaria. Lo sabían”, manifiesta. ¿Quién se acuerda de la Convención de Ginebra?
Una mujer cruza un punto de control de Israel.
Foto: Pelu Vidal

Los Territorios Palestinos son una sucesión de puntos de control (checkpoints) de Israel. Fijos y móviles, impresionan a quien no está acostumbrado a vivir entre metralletas. Con el muro, conocido por buena parte de la comunidad internacional como “El muro de la vergüenza”, forman un tándem cuya presencia tensiona la musculatura. Los bloques de cemento, las alambradas de espino y las torretas de vigilancia se extienden durante cientos de kilómetros. ¿Hasta qué punto se conocen los checkpoints?
Alguien habla en una oficina del centro de Jerusalén mientras Hashem Yamani observa los escombros de sus antiguas viviendas desde su sofá. Es Jeff Halper, corresponsable del Comité Israelí Contra las Demoliciones de Casas, una organización que se opone pacíficamente a los derribos de viviendas palestinas. Halper (postulado para el Premio Nobel de la Paz en 2006) es tremendamente crítico con el Gobierno de Israel, con el gobierno de su propio país, que desde 1967 ha demolido unos 24.000 hogares. ¿Por qué sigue adelante? Porque cree en una solución de consenso. Y cada persona que sube al autobús del Comité Israelí Contra las Demoliciones de Casas  que circula por Jerusalén y que no tiene nada de turístico, aprende algo que no sabía sobre condiciones de vida de los árabes en Jerusalén. Y esa persona se convierte en un altavoz. Y así, de boca en boca, se prepara el terreno para la paz. Jeff Halper sí defiende a Hashem Yamani.  

Árabes e israelíes que sueñan con la paz (y II)


Un grupo de mujeres protesta ante los soldados en el pueblo de Nabi Saleh.
Foto: Pelu Vidal


Halper conoce a Rami Elhanan. Les une su nacionalidad israelí y la búsqueda de soluciones a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Elhanan apenas sabía nada del pueblo palestino hace 15 años. La muerte de su hija de 14 en un ataque suicida cambió sus planteamientos vitales. En The Parent’s Circle comparte sus miedos y recuerdos con árabes que han perdido a seres queridos en el conflicto palestino-israelí. A Rami Elhanan, por ejemplo, sí le importa lo que sucede cada viernes en Nabi Saleh.
Los reporteros de Agareso viajamos de la mano de Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP) para dar a conocer el trabajo que esta ONG, en colaboración con otras organizaciones, realiza a favor del diálogo. A finales de octubre, José Ruibérriz estaba a punto de dejar atrás su etapa como jefe de misión en Oriente Medio de ACPP para hacerse cargo de un puesto en otra zona del mundo. A José sí le importan la Convención de Ginebra, los checkpoints, el muro construido por Israel y muchas otras realidades del lugar.
Un niño ante el "muro de la vergüenza".
Foto: Pelu Vidal
“Me voy y pienso que esta vez sí, que se va a encontrar una fórmula… Pero también me doy cuenta de que soy un optimista patológico. Si no se llega a un acuerdo en el marco de estas negociaciones volveremos a la violencia”. Fue la implicación la que llevó a José Ruibérriz a trabajar por la paz, y fue la necesidad de paz la que le condujo a tratar con israelíes y palestinos cada día. “Dejé atrás muchas de las ideas con las que vine. Creo que la mayoría de los israelíes desean una solución pacífica. También abandoné esa idealización de la Intifada que hay en España y en Europa. La Intifada ha traído muchísimo sufrimiento a los palestinos, más del que pueden tolerar. Me cuesta muchísimo gritar Intifada, porque sé lo que representa para mis amigos, para la familia de mis amigos y los hijos de mis amigos”.
Como José Ruibérriz, Ashraf Khader sabe lo que los levantamientos populares conllevan para su pueblo. Toda su familia es refugiada. “Lo más duro es la situación en la que viven las pesonas”, manifiesta este palestino. “Resulta muy difícil tener trabajo y mantener a tus seres queridos. Y, además, sientes que has perdido la tierra”. En su momento, todos esos pensamientos llevaron a Ashraf Khader a la primera línea de combate de la Intifada; intentó calmar su rabia a base de pedradas dirigidas contra los soldados israelíes. Perdió a un amigo en el camino y se dio cuenta de que las piedras no conducen a la paz.
Este cooperante, de 33 años, forma parte de Combatants for peace, una organización que integran palestinos e israelíes que en su día participaron activamente en la lucha entre ambos pueblos. Ashraf Khader trabaja codo a codo con quienes en su día fueron sus enemigos para alcanzar la paz. Durante un paseo cercano al punto de control de Qalandia, Ashraf Khader explica lo doloroso que es para los palestinos tener que convivir con un muro de ocho metros de alto. Para romper con el monótono cemento y dejar claros sus sentimientos, un artista dibujó a Yasser Arafat, icono del pueblo. La actividad a favor del diálogo llevó en su momento a este palestino a dar un ciclo de conferencias en España. “Lo más extraordinario es la libertad, sin puntos de control ni muros. También es extraordinaria la tristeza que sientes al volver”.

sábado, 30 de octubre de 2010

El conflicto en las carreteras

Un grupo de soldados pasea por una playa del Mar Muerto.
Foto: Pelu Vidal
L. Pérez/Ramallah

Llegar a la playa del Mar Muerto desde Jerusalén es relativamente fácil. El regreso es mucho más complicado porque en Israel apenas hay carteles que indiquen cuál es la dirección que debe tomar un viajero para dirigirse a una ciudad de los Territorios Palestinos. El equipo de Agareso ha recorrido cientos de kilómetros a bordo de un coche de alquiler sin sufrir ningún sobresalto hasta el momento.


La matrícula del coche no es blanca­. Aquí hay que optar por un color: una placa amarilla nos permite movernos por Israel y por los Territorios Palestinos. Nuestra capacidad de movimiento se vería muy mermada con una verde, porque únicamente podríamos desplazarnos por las ciudades árabes y su entorno. Tenemos suerte de poder elegir: los palestinos no tienen esa oportunidad. Además, un israelí y un palestino que alquilen el coche en el mismo día y por el mismo periodo de tiempo no pagan lo mismo. Los impuestos son menores para los primeros que para los segundos.

Dos personas cruzan un punto de control para peatones.
Foto: Pelu Vidal
Los obstáculos para desplazarse por carretera son constantes. En ciudades como Jerusalén hay taxistas nos preguntan cuál es nuestro destino antes de que subamos al coche. Algunos rechazan cubrir el servicio; en esta tierra hay mucho miedo, y no es irracional. Por esta razón, dos miembros de este equipo tuvieron que apearse de un taxi antes de llegar a su destino hace unos días. Se vieron obligados a cruzar un checkpoint a pie. Ocurrió en un acceso a Ramallah, a unos cuantos metros del muro construido por Israel sobre el que un artista dibujó los rostros de Yasser Arafat y de Marwan Barghouti.
¿Cómo funcionan los checkpoints? Los que controlan la circulación de vehículos se parecen a los peajes de las autopistas. Cuentan con barreras y con cabinas. El equipo de Agareso no ha tenido que dar explicaciones en ninguno, porque los soldados israelíes, que nunca se separan de sus metralletas, no lo han requerido. Por la noche conviene atravesarlos con las luces de fuera apagadas y con la de dentro encendida para que los militares vean las caras de los viajeros. Si deciden hacer bajar a los ocupantes de dos o tres coches aseguran un colapso monumental. Lo peor, en todo caso, no es el atasco. Lo peor de todo esto es la sinrazón.