La palestina Maryam Gawi, ante la casa en la que vivió 50 años y que le fue expropiada para entregarla a familias israelíes. Foto: Pelu Vidal |
Mar Mato/Jerusalem
Uno de los puntos más calientes en la confrontación entre palestinos y judíos en Jerusalén es el barrio de Sheik Jarrah, en Jerusalén Este. Desde la década de los 70, este lugar ha visto cómo se ha incrementado la población de judíos con la llegada de nuevos habitantes. De hecho, el Gobierno de Israel anunció este mismo año que tiene previsto construir nuevos edificios en la zona, destinados a familias judías.
Uno de los vecinos de esta área es el joven judío Daniel Bronshtein, quien se niega a que lo fotografíen. Un juez entregó a su familia la casa en la que actualmente vive.
Vivienda en la que habita Daniel Bronshtein. Foto: Pelu Vidal |
La vivienda hasta ese momento acogía a una familia árabe que fue desahuciada. Según Bronshtein, “en este barrio hasta 1929, vivían sólo judíos que en 1936 fueron expulsados por los árabes escapando hacia Jerusalén oeste. Bajo la ley de Israel, quien vive en una casa antes de 1968, si paga cada mes un alquiler, no puede ser expulsado, pero si deja de pagar, tiene que abandonarla. El vecino anterior dejó de pagar”.
La Civic Coalition for Defending Palestinian Rights in Jerusalem recuerda, en sus folletos, que en su momento (1956) los ancestros de estas familias eran refugiados a los que el gobierno jordano –que antes mandaba en la zona este de Jerusalén- con el beneplácito de Naciones Unidas prometió entregarles un título de propiedad de las viviendas si pagaban una mensualidad durante tres años. Dicho certificado nunca les fue expedido a los palestinos.
Cuando a Bronshtein, se le pregunta por las manifestaciones que organizaciones como el Icahd (organización con la que colabora ACPP) apoyan en el vecindario cada viernes para protestar contra los denominados asentamientos de colonos judíos, el joven asegura mirando sin dureza con sus ojos verdes que “no tenemos problemas con nuestros vecinos palestinos, pero sí tenemos con la gente que viene a las manifestaciones”.
Sobre estas, añade que “no presto atención a las protestas porque según el juzgado esta casa es nuestra. No es un problema político, sino una resolución de un juez que nos ha dado esta vivienda”.
Maryam Gawi (dcha): “Cuando veo a los colonos en mi casa, andando por ella, siento como si anduviesen sobre mi corazón”. Foto: Pelu Vidal |
A pocos metros de su jardín, en el que apenas queda un rastro de hierba, la madre del anterior propietario de la casa permanece sentada bajo un higuera junto a otras mujeres. A algunas les han expropiado las casas, otras se muestran tranquilas sobre el futuro de las suyas.
“Cuando veo a los colonos en mi casa, andando por ella, siento como si anduviesen sobre mi corazón”, explica Maryam Gawi desde la tristeza de sus ojos verdes. El 2 de agosto de 2009, fue desahuciada junto al resto de su familia de una casa situada frente a la de Bronshtein y en la que había vivido durante 50 años.
Desde ese día, vivieron en tiendas de campaña sobre la acera durante cuatro meses, tiendas que “fueron retiradas por las autoridades israelíes de Jerusalén 17 veces”. Como añadido, recibieron una multa por ocupación de terreno público. Ahora, la mujer vive en un piso alquilado a unos kilómetros de su antigua casa.
Cada día, de ocho de la mañana a diez de la noche, se sienta en una silla de plástico frente a su ex vivienda como medida de presión. No es raro ver grupos de turistas solidarios sacándole fotos y recibiendo información. Ella misma reparte unos folletos sobre la historia de los desahucios de Sheik Jarrah.
“Tenemos documentos que se remontan a la época turca sobre la propiedad de estas casas pero los israelíes tienen otros diferentes que dicen demostrar que esta tierra les pertenece. Fuimos muchas veces a juicio, pensé que iba a ganar pero los extremistas en el Parlamento lo cambiaron todo, incluso la mente del juez que acabó yendo contra mí”, lamenta Maryam Gawi.
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