Una mujer palestina saca pan del horno para invitar al equipo de Agareso. Foto: Pelu Vidal |
Quieren compartir contigo todo lo que es suyo. Café, pan, humus… En Hebrón, Jenín, Jerusalén, Ramallah... No hay una casa palestina de la que hayamos salido sin antes sentarnos alrededor de una pequeña mesa a conversar, con o sin grabadoras. Su hospitalidad parece infinita. Ésa es la sensación de todo el equipo de Agareso.
Estamos de visita en una casa de Jenín, una de las urbes más castigadas por las Intifadas… En este lugar son muchas las madres que han perdido a un hijo, los hijos que han perdido a su padre y los jóvenes que vieron cómo morían sus hermanos. Es una historia triste. Pero sus habitantes no pierden la sonrisa. Son corteses y amistosos, en sintonía con casi todos los palestinos a los que nos acercamos en nuestra ruta a bordo de un todoterreno de Asamblea de Cooperación por la Paz.
Entramos en esta vivienda para hacer una entrevista a un joven con discapacidad. Nos ha recibido con su madre, sus hermanas y otros parientes. Nos invitan a sentarnos y, rápidamente, la mesa se llena de pequeños vasos de té, agua, aceitunas, pan… También quieren compartir conversación, saber de dónde venimos, si nuestras casas están cerca de Madrid o de Barcelona, cuánto tiempo nos queda en este viaje, en qué lugar dormimos… Nos muestran los lugares en los que preparan el pan y nos indican, a base de señas, cómo sacan el aceite de las aceitunas.
Una mujer camina con el cuerpo totalmente cubierto. Foto: Pelu Vidal |
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